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ACM Williams GYN 4e: Introduction to Diagnostic Laparoscopy
Description:
ACM Williams GYN 4e: Introduction to Diagnostic Laparoscopy
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Duration:
T00H05M05S
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2022-02-27T00:00:00.0000000
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Language: EN.
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Barbara L. Hoffman, M.D. NARRATOR Operative laparoscopy provides minimally invasive options for women undergoing gynecologic surgery. Once adequate general anesthesia has been delivered, the patient is placed in dorsal lithotomy position. Correct patient positioning is critical to prevent nerve injury. Thus, marked flection, or external rotation of the hip, or pressure on the fibular head is avoided.
The vagina and abdomen are surgically prepared. To avoid perforation of the stomach and bladder, drainage and decompression is recommended. If a longer procedure is anticipated, a foley catheter may be required. A surgeon is doubly gloved for the placement of the uterine manipulator. Vaginal retractors display the cervix and a single toothed tenaculum is placed on the anterior cervical lip.
A cohen uterine manipulator is then inserted in the cervical os. Alternatively, a balloon endometrial cavity manipulator may be used. The outer pair of cervical gloves is removed, and the surgeon moves to one side of the patient. A small transverse infraumbilical incision is made. Then, prior to needle placement, the lower anterior abdominal wall is grasped and elevated with one hand.
This distances the wall from the inter-abdominal contents by 6-8 centimeters. The Veress needle is inserted at a 45 degree angle from the vertical, and is directed along the mid-line toward the pelvis. With insertion of the Veress needle, tissue resistance from the fascia compresses an inner spring, and a blunt stylet, which is slightly longer than the sharp external needle, retracts. The stylet remains retracted until the sharp tip of the needle pierces the fascia and peritoneum.
Once inside the peritoneal cavity, resistance disappears, and the blunt stylet is pushed forward by the inner spring. This prevents organ injury by the sharp needle. To confirm intro-abdominal positioning of the needle prior to gas insufflation, if a drop of saline placed at the external end of the needle is sucked quickly into the abdominal cavity, then correct placement is likely. Similarly injection of saline with an inability to reaspirate it is presumptive of correct placement.
Following needle puncture and placement verification, the abdomen is insufflated with carbon-dioxide to reach an inter- abdominal pressure of 10-12 millimeters of mercury. In many patients, this correlates with an infusion of 2.5 to 3 liters of gas. The Veress needle is removed. The abdominal wall below the umbilicus is manually elevated, and a trocar is placed in the umbilical incision.
The insertional angle of the trocar mirrors that of the Veress needle. The trocar punctures the fascia, the underlying peritoneum, and enters the abdominal cavity. A gas rushing sound characteristically confirms placement. The laparoscope is then placed through the umbilical trocar. With entry, major vascular injury to the terminal aorta, vena cava, and iliac vessels is rare. However, if a large vessel is punctured, the Veress needle or trocar should not be removed as it may act as a vascular plug.
Laparotomy, direct manual pressure on the vessel, and notification of a vascular surgeon should follow. With entry, the Veress needle may be incorrectly placed and create preperitoneal emphysema. This gaseous dissection of the peritoneum away from the anterior abdominal wall, hinders the trocar from piercing the peritoneum. Instead, the trocar further stretches the peritoneum internally. Fortunately, this problem can be overcome by a second attempt with the Veress needle above the umbilicus.
Additional operative cannulas are needed to insert instruments into the abdomen. To avoid puncture of the superficial epigastric vessels, transillumination of the anterior abdominal wall may be useful. With this, the laparoscope is placed directly against the posterior surface of the anterior wall. The wall is illuminated and the superficial epigastric arteries are seen as dark vessels traversing it. Once the laparoscope has been correctly placed within the abdominal cavity, initial evaluation of pelvic anatomy is completed.
Unfortunately, the inferior epigastric arteries lie deep to the rectus abdominis muscle, and are poorly seen with transillumination. These arteries, however, can be seen directly with the laparoscope in most cases. Once these vessels are identified and avoided, additional trocars can be placed. The planned surgical procedure is then performed. At completion, trocars are removed and puncture wounds are surgically closed.
Language: ES.
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Introducción a Laparoscopia Diagnóstica La laparoscopia operatoria provee una opción invasiva mínima para las mujeres que requieren cirugía ginecológica. Una vez que se ha suministrado la anestesia general adecuada, la paciente se coloca en posición dorsal de litotomía. El posicionamiento correcto de la paciente es crucial para prevenir una lesión nerviosa. De este modo se evita una flexión marcada, una rotación externa de la cadera, o poner presión sobre la cabeza de la fíbula.
La vagina y el abdomen se preparan para la cirugía. Para evitar perforar el estómago o la vejiga, se recomienda el drenaje y la descompresión. Si se anticipa un procedimiento largo, podría requerirse un catéter de Foley. El cirujano debe estar doblemente enguantado para colocar el manipulador uterino. El retractor vaginal muestra el cervix y un tenáculo uterino es colocado sobre el labio cervical anterior.
Luego se inserta un manipulador uterino de Cohen en la cavidad cervical. Alternativamente se puede utilizar un manipulador uterino con balón. Se remueven los guantes externos y el cirujano se desplaza a un lado de la paciente. Se realiza una pequeña incisión transversal infraumbilical. Antes de colocar la aguja, se sostiene y eleva la pared abdominal anterior baja con una mano. Esto alejará la pared unos 6 a 8 centímetros del contenido intra-abdominal.
La aguja de Veress se inserta en un ángulo de 45 grados de la vertical y es dirigida a lo largo línea media hacia la pelvis. Con la inserción de la aguja de Veress, la resistencia del tejido comprime una resorte interno y un estilete punta roma, ligeramente más largo que la afilada aguja externa, se retrae. El estilete permanece retraído hasta que la punta de la aguja perfora la fascia y el peritoneo. Ya dentro de la cavidad peritoneal, la resistencia desaparece y el estilete punta roma es empujado hacia adelante por el resorte interno.
Esto evitará un daño orgánico causado por la aguja. Para confirmar el posicionamiento intra-abdominal de la aguja antes de la insuflación de gas, si una gota de solución salina en el extremo externo de la aguja es succionada rápidamente por la cavidad abdominal, es probable que la aguja esté bien colocada. De igual modo, si se inyecta solución salina y ésta no se puede reaspirar, se presume que la colocación es correcta. Seguido de la punción y la verificación del lugar, el abdomen es insuflado con dióxido de carbono hasta alcanzar una presión intra-abdominal de 10 a 12 milímetros de mercurio.
En muchos pacientes, esto se relaciona con una infusión de 2,5 a 3 litros de gas. La aguja de Veress es retirada. La pared abdominal debajo del ombligo es elevada manualmente, y se coloca un trocar en la incisión umbilical. El ángulo de inserción del trocar es similar al de la aguja de Veress. El trocar perfora la fascia, el peritoneo subyacente, y entra en la cavidad abdominal. Un sonido de ráfaga de gas confirma la colocación.
El laparoscopio se coloca luego a través del trocar umbilical. Al efectuar la entrada son raras las lesiones mayores de la aorta descendente, la vena cava o los vasos ilíacos. Sin embargo, si se perfora un vaso importante, no se debe remover la aguja de Veress o el trocar ya que puede actuar como un tapón vascular. Una laparotomía, presión manual directa sobre el vaso y notificación a un cirujano vascular deben ser los pasos a seguir. Al entrar, la aguja de Veress puede colocarse incorrectamente y causar un enfisema preperitoneal.
Esta disección gaseosa del peritoneo y la pared abdominal anterior dificulta al trocar la perforación del peritoneo. En lugar de ello, el trocar extiende aún más el peritoneo internamente. Afortunadamente, este problema se puede resolver con un segundo intento usando la aguja de Veress por encima del ombligo. Algunas cánulas operatorias adicionales son necesarias para insertar los instrumentos en el abdomen. Para evitar la punción de los vasos epigástricos superficiales, puede ser útil la transiluminación de la pared abdominal anterior.
De este modo, el laparoscopio se coloca directamente contra la superficie posterior de la pared anterior. La pared se ilumina y las arterias epigástricas superficiales se ven como vasos oscuros que la atraviesan. Una vez que el laparoscopio se ha colocado correctamente dentro de la cavidad abdominal, se completa la evaluación inicial de la anatomía pélvica. Desafortunadamente, las arterias epigástricas inferiores se encuentran en lo profundo del músculo recto abdominal y son poco visibles con la transiluminación.
Estas arterias, sin embargo, se pueden ver directamente con el laparoscopio en la mayoría de los casos. Una vez identificados y evitados estos vasos, se pueden colocar trocares adicionales. Luego se realiza el procedimiento quirúrgico planificado. Al finalizar, los trocares se retiran y las heridas por punción se cierran quirúrgicamente.